martes, 26 de julio de 2011

El chico del asiento 22E

Los viajes son un punto de partida para una temporada de anécdotas no muy favorecedoras para mi ser. Para empezar, los previos. 

Como es de costumbre, todas las noches voy a la casa de Buba. Esta vez fui antes ya que mi vuelo partiría alrededor de las 11pm. Buba trató de engreirme y me invitó sushi buenazo. Todo estuvo genial hasta que después de 15 minutos o quizá menos, me empecé a enronchar la barbilla porque mi piel estaba muy irritada de tanta alergia que había tenido durante la semana.

Ya me encontraba en el avión en la ruta Lima Miami donde haríamos una escala para después dirigirnos a Punta Cana. Para esto, subimos al último aviso ya que en teoría en el salón de espera quedaron en avisarnos pero claro la idea no era que nos llamaran cuando éramos los últimos en abordar:" familia giannoni los esperan para abordar" o algo por el estilo, que me puso roja de la vergüenza con tan solo saber que subiríamos un tanto torpes, llenos de maletas y todos con las miradas fijas en nosotros. Dentro del ajetreo, subimos y acomodamos nuestras pertenencias rápidamente. Según yo eramos en la fila del centro mi mamá, yo y una vieja rubia. Luego de 20 minutos, no se porque volteo a ver a la " viejita" de mi costado y me doy con la sorpresa que no era una vieja! Era un churraso francés rubio. Hasta ahora trato de entender en que momento lo transformé en vieja y por qué. Mi roche fue tanto que no pude mirarle de nuevo a la cara. Que incómodo viajar con un churro al lado. Lo único que logre ver fueron sus botas tipo caterpillar, luego sus medias coolmax cuando se quitó las botas, y parte de su libro que pasó buena parte de la noche leyendo, el cual no entendía nada porque era en francés. Solo recuero que el título era algo que ver con epopeya.

A medida que iba pasando el tiempo, mi preocupación iba aumentando ya que el vuelo era de noche y yo en la noche me transformo. Empecé a pensar en todo lo màs probable que me podría suceder: la babeada sería fija, con esa no habría pierde así que asumir el roche. La cabeceada en su hombro podría ser manejable hasta cierto punto ya que serían 5 horas de vuelo en plena noche. Lo peor: los ojos de exorcismo cuando se me voltean mientras duermo y se quedan abiertos porque sí, soy de las que duermo con los ojos abiertos en blanco.  Eso si sería trágico, incómodo e inevitable. Porqué no me tocó una vieja al lado! Estoy segura que en mis momentos concientes traté de hacer lo posible por evitarme a mi misma. Sin embargo, no se a que punto abré llegado y que habrá visto porque amanecí babeando pero por suerte apoyada en el hombro de mi mamà.